Entre otros muchos, el caso Bettencourt, sus miles de millones de euros, sus cuentas suizas, sus sobres de dinero y su isla paradisíaca son sólo una pequeña muestra de la extensión del abuso capitalista y de la obscenidad de las clases adineradas en Francia, y luego quieren quitarnos a nosotros. Y, como suele suceder en estos casos los gobiernos intentan desviar la atención sobre la sistémica corrupción culpando a los extranjeros, o a quienes se considere como tales, como lo son los que no profesan la religión que guste a sus dirigentes políticos.
Eso es lo que se hizo en la reunión “de crisis” celebrada en el Élysée el 28 de julio, tras la cual se anunciaron medidas represivas generalizadas contra dos comunidades concretas como chivos expiatorios
